El objetivo de la protección respiratoria es preservar la salud de las personas que respiran en ambientes nocivos donde el riesgo no puede evitarse. Sin embargo, la sencillez de este enunciado contrasta con la complejidad de los factores a tener en cuenta para conseguir este fin. A medida que aumenta el conocimiento en protección respiratoria, evoluciona también la capacitación de los usuarios, el diseño de los respiradores y la eficiencia de la protección.
- Podemos seguir un método de 3 etapas:
- Identificar el riesgo
- Evaluar el grado de riesgo
- Seleccionar el equipo de protección adecuado
Hoy nos vamos a ocupar de la identificación del riesgo (paso 1). Se trata de determinar qué riesgos para la salud hay presentes en el aire para saber si vamos a necesitar utilizar una mascarilla de partículas o una de gases, o un equipo autónomo si hay falta de oxígeno o por ejemplo si es imposible detectar un agente químico por su olor.
Los contaminantes, cuya peligrosidad depende de su toxicidad y de su concentración en el aire, pueden ser:
- Partículas, con o sin aceite (polvos, neblinas, humos).
- El polvo se genera cuando un material sólido se fracciona en partes más pequeñas, por ejemplo, en operaciones de lijado, triturado o esmerilado. Cuanto más pequeña sea la partícula, más tiempo permanecerá suspendida en el aire y más posibilidades habrá de inhalación.
- Las nieblas son finísimas gotas de líquido creadas en los procesos de atomización o de condensación.
- Los humos se generan cuando un metal o un plástico se calientan hasta fundirse y se vaporizan rápidamente. Al enfriarse en contacto con el aire se forman partículas sólidas muy finas que quedan suspendidas en el aire.
- Los microorganismos que pueden suponer un riesgo biológico son virus y bacterias con tamaño de partícula (entre 0,01 y 13 µm) como los de la hepatitis o la tuberculosis, que son invisibles al ojo humano. Los microorganismos están presentes en cualquier lugar de la biosfera, desde el agua hasta la atmósfera.
- Moléculas (gases y vapores).
- Los gases son sustancias en estado gaseoso que se expanden hasta ocupar todo el recipiente que las contiene (como el aire). Algunos ejemplos son el oxígeno, el monóxido y el dióxido de carbono, el nitrógeno o el helio.
- Los vapores son sustancias en estado gaseoso que se forman por evaporación de un sólido o líquido, como el petróleo, algunos componentes de las pinturas, disolventes, etc.
Es muy importante
saber a qué contaminante nos enfrentamos. Por ello, en el caso de gases y vapores es de gran utilidad leer
la ficha de seguridad del producto químico con el que trabajamos -debe ir adjunta al producto, según el reglamento Reach-. Aun así, en caso de duda podemos acudir al portal del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) para consultar
las medidas de protección necesarias ante el agente contaminante al que nos enfrentamos.
En el próximo post hablaremos del segundo paso en la protección respiratoria: la evaluación del grado de riesgo.
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